Mi experiencia con tarotistas o vidente sanadora

Nunca he tenido una vida sencilla. Con tan solo 10 años mi madre murió y mi padre tuvo que ocuparse de mí mientras intentaba compaginarlo con su trabajo. El resultado es que acabé criándome con mi abuela.

No tenía más de 16 años cuando a mi padre le diagnosticaron cáncer y murió a los pocos meses. Los médicos dijeron que era demasiado tarde como para que pudieran hacer nada.

Hasta ese punto mi vida había sido complicada pero no tanto como lo sería después. La muerte de mi padre me afectó mucho hasta el punto de que caí estrepitosamente en los estudios dejando el instituto sin conseguir siquiera el graduado escolar.

A partir de ese momento empecé a trabajar en cafeterías y bares de poca monta. No pagaban mucho pero era suficiente para que pudiera ayudar a mi abuela con los gastos de la casa.

Después de un par de relaciones tormentosas conocí a Robert quien me devolvería parte de la alegría que el destino me había arrebatado. Tuvimos a nuestra hija Evelyn y vivimos 3 años muy felices.

Todavía recuerdo el día en el que noté un pequeño bulto en el pecho izquierdo. Al parecer el cáncer había logrado extenderse a la siguiente generación. Mi marido me tranquilizó diciendo que la tecnología había avanzado mucho pero creo que ambos estábamos convencidos de que no iba a salir de esa situación.

Los médicos confirmaron mis peores sospechas: tenía cáncer y por lo que parecía iba a ser inoperable. Estaba condenada a la muerte prematura.

Pero entonces…

Robert siempre había creído en el mundo paranormal. Yo no sabía decir si lo hacía, la verdad es que nunca me lo había planteado.

Me llevó a ver a una vidente sanadora que tenía experiencia en casos como el mío.

-Es una estafadora- Fue lo primero que le comenté a Robert al salir de la sesión.

El no perdió la calma, confiaba totalmente en ella.

La vi durante 4 meses una vez a la semana. Seguíamos un procedimiento para curar el alma y que, según ella, también cuidaría mi cuerpo.

Contra todo pronóstico, llegué a mejorar. Los síntomas empezaron a disiparse y me sentí mucho más feliz.

Sin embargo, el médico seguía claro en su diagnóstico: era mortal.

He vivido ya 2 años con esta enfermedad y voy camino a cumplir el tercero. Puede que muera mañana o puede que no, lo único que sé es que esa tarotistas o vidente sanadora me hizo algo que los médicos no identifican, pero que me salvó a pesar de que mi cuerpo esté condenado.

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